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miércoles, 8 de octubre de 2014

El príncipe serpiente

Adele M. Fielde, 1839-1916.
El príncipe serpiente (tít. The Fairy Serpent) es una leyenda china recogida por Adele M. Fielde en Chinese Nights Entertaiment (1893). Es un cuento rescatado de la tradición oral a la vieja usanza: escuchando a aquella persona que lo conocía y copiando palabra por palabra. Al leer el texto se ve la impronta literaria que la recopiladora le dio a estos textos, de acuerdo con la propia tradición europea del cuento. Corresponde con el tipo 425 de la clasificación ATU, «la bella y la bestia». En seguida se ven similitudes: un matrimonio forzado, un marido transformado en bestia, y el final feliz y romántico. Además, como no podía ser de otra forma, la protagonista tiene otras dos hermanas mayores que rechazan el matrimonio. Es un cuento breve pero en el que se ven algunas huellas orientales (en especial en el detalle de los «cofres de jade»).


Érase una vez un hombre que tenía tres hijas de las que estaba profundamente orgulloso. Ellas eran habilidosas costureras, y así él solía cada día, al volver a casa del trabajo, recoger algunas flores para que ellas las usasen en sus telas.

Un día, cuando no encontró flores en su ruta, fue al bosque en busca de algunas silvestres, y sin darse cuenta invadió el dominio de un hada serpiente, que lo rodeó y sostuvo con fuerza, y arremetió contra él por haber entrado en su jardín. El hombre se disculpó diciendo que tan solo quería coger algunas flores pasa sus hijas, que lo sentirían mucho si él volviera a casa sin su habitual regalo. 

La serpiente le preguntó el número, los nombres y las edades de sus hijas, y luego se negó a dejarle ir a menos que prometiera que le daría a una hija suya en matrimonio.

El pobre hombre trató con cada argumento que se le ocurría convencer a la serpiente de lo que le impusiese otros términos, pero el reptil no aceptaría otra cosa. Al final el padre, temiendo lo peor por sus hijas, que se verían privadas de su protección, le hizo la promesa y se fue a casa. No pudo probar la cena, sin embargo, pues él sabía que el daño que las hadas podían afligir a aquel que las ofendiera, y estaba lleno de ansiedad por las desgracias que podían abrumar a su familia si rechazase el pacto.

Pasaron algunos días; sus hijas prepararon con cuidado sus comidas, y abrumadas le rogaron que las comiera, pero él no podía acercarse a la mesa. Siempre estaba sumido en una dolorosa meditación.

Ellas observaron el extraño comportamiento de su padre, y, habiendo decidido que una de´bia haberle ofendido, accedieron a intentar encontrar la causa yendo por separado, cada una a una vez, para instarle a comer.

Ilustración de H.G. Ford para un cuento
de argumento similar, El Rey Serpiente.
La mayor fue, expresando su angustia por la pérdida de su apetito, y le pidió que probase la comida.

Él replicó que lo haría si ella aceptase por su propia voluntad a casarse con la serpiente a la que le había prometido una esposa.
 
Ella lo rechazó al instante, y le dejó aún más triste de lo que estaba antes.

La segunda hija fue, entonces, a pedirle que tocara la comida, recibiendo la misma respuesta, y asimismo declinó el trato que había hecho.

La más joven fue e intentó razonar con él para que comiera, y al oír la historia declaró al instante que, si él se cuidaba adecuadamente, ella se convertiría en la esposa de la serpiente. El padre volvió a comer otra vez, y los días pasaron sin ningún problema el bienestar de la familia por un momento pareció a salvo.

Pero una mañana, mientras las chicas estaban sentadas tejiendo, una avispa voló dentro de la habitación y cantó:

¡Zumbo! Zumbo y llego veloz;
¿Quién se casará con la serpiente, mi señor?

Cuando la avispa se posó en las chicas estas la pincharon con sus agujas, y le siguieron tan de cerca que él tuvo que huir por su vida. A la siguiente mañana llegaron dos avispas cantando el mismo refrán, y a la tercera mañana tres, y el numero fue creciendo de esta manera día a día hasta que las chicas no pudieron echarlas y no pudieron soportar sus picaduras.

Así la más joven dijo que para salvar a su familia de la plaga iría junto con su misterioso marido. Las avispas la acompañaron todo el camino, y fue guiada hacia el interior del bosque donde el hada serpiente la esperaba en su palacio, construido para su recepción. Allí encontró espaciosas habitaciones con muebles tallados e incrustaciones de piedras preciosas, cofres llenos de telas de seda, cofres de jade y joyas de oro.

La serpiente tenía unos ojos hermosos y una melodiosa voz, pero su piel era áspera y la joven se estremeció con la idea de verle todos los días tan de cerca. Tras el banquete de boda, en el que los dos se sentaron solos, la chica le dijo a su esposo que apreciaba la excelencia de todo lo que le había dado y que ella llevaría a cabo sus deberes domésticos correctamente. Por muchos días mantuvo la casa limpia, cocinó e hizo todo lo que estuvo en su mano por su repulsivo marido. Él se enamoró de ella y se estremecía cada vez que ella hacía algo lejos de su mirada. Fue tan atento sobre sus deseos y su bienestar que a ella comenzó a gustar su compañía, y a sentir una gran soledad cada vez que él estaba ausente.
Sin tener ninguna ayuda en sus quehaceres, como un día se encontró con el pozo seco, se vio obligada a adentrarse en el bosque sola en busca de agua, que finalmente descubrió y trajo de vuelta desde un prado distante. A su vuelta se encontró con que la serpiente se estaba muriendo de sed, y en su ansia por salvar su vida ella cogió y metió a la serpiente en el agua, en la que se empezó a transformar en un fuerte y apuesto hombre. 

Él había estado bajo el poder de un hechizo del que se había salvado gracias a ella, por haber cumplido su tarea cortésmente. Tras esto ella a menudo, junto con su admirable marido, visitaba su vieja casa y llevaba regalos a aquellos que todavía no eran tan felices como ella.

fin

Texto original en The Fairy Serpent.

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